Autocompasión – Autoestima y Autocrítica
Alimentar continuamente nuestra
necesidad de autoevaluación positiva es un poco como llenarnos de dulces. Nos
quedamos ebrios de azúcar y a continuación, viene un desplome. En la caída,
entramos en desesperación y ahí es cuando percibimos que, por mayor que sea
nuestra voluntad, no siempre podemos culpar a los demás por nuestros problemas.
No siempre podemos sentirnos especiales y por encima de los demás. Muchas
veces, el resultado es devastador. Al Mirarnos en el espejo, no nos gusta lo que
vemos (literal y figurativamente), y entonces la vergüenza empieza a tomar
forma. La mayoría de nosotros somos duros en relación a nosotros mismos cuando se
trata de admitir algún defecto. Pensamos “no soy lo suficientemente bueno, soy inútil”.
Por eso, preferimos ocultar la verdad de nosotros mismos, pues recibimos la
honestidad como una dura condena.
En áreas difíciles de engañarnos. –por
ejemplo, cuando comparamos nuestro peso al de modelos o nuestras cuentas
bancarias a las de los ricos -, nos causamos un inmenso dolor emocional.
Perdemos la fe en nosotros mismos, empezamos a dudar de nuestro potencial y
perdemos la esperanza. Naturalmente, ese estado de tristeza solo produce más autoconcepción
por ser perdedores que no hacen nada. Así, caemos una vez más.
Incluso cuando conseguimos salir
bien, las reglas del juego para alcanzar el “suficientemente bueno” parecen siempre permanecer fuera de
alcance, lo que es frustrante. Necesitamos ser inteligentes, atléticos, elegantes
e interesantes y espiritualizados también. No importa cuanto hagamos algo bien,
siempre habrá alguien que parece ser mejor. El resultado de esta línea de
pensamiento es preocupante: millones de personas necesitan tomar medicamentos
todos los días solo para hacer frente a su cotidiano. La inseguridad, la
ansiedad y la depresión son extremadamente comunes en nuestra sociedad, y mucho
de eso es debido al autogobierno, por martirizarnos cuando sentimos que no
estamos venciendo en el juego de la vida.
Entonces, ¿cuál es la respuesta? Hay que parar con el autogobierno de una vez
por todas y ejercitar las autoevaluaciones. Parar con las etiquetas de bueno o malo y simplemente aceptar de corazón. Debemos tratar con la misma
bondad, cariño y compasión que dedicamos a un buen amigo o incluso a un
extraño. No hay casi nadie a quien tratemos tan mal como a nosotros mismos.
Referencia: Kristin Neff, (2003). Autocompasión